Tras la primera escalada a la pared sur del Cerro San Francisco en 1945 junto a Eberhard Meier, Ludwig Krahl señaló que dicho ascenso significó: “… el comienzo de una nueva modalidad en el andinismo chileno… tratando de abolir el concepto clásico del andinismo que por mucho que se diga en contra, en el fondo no es otra cosa que cargar un bulto y echar a andar”. Corría el año 1945 y las palabras de Krahl, alemán asentado en nuestro país, daban cuenta de una nueva manera de ver el montañismo que proponía enfrentar a la montaña desde su vertiente más difícil y a la búsqueda de nuevas cumbres y rutas. Este estilo de escalada se perfeccionó con el correr de los años y vio quizás su máxima expresión con los ascensos al cerro Castillo en 1953 por parte del gran Sergio Kunstmann, Eberhard Meier, Ernesto Hoffmann, y el mismo Krahl y la pared sur del Morado en 1961 por parte de Cesar Vásquez y Juan Tangol. Luego vendrían escaladores como Jose Ambrus, Gino Casassa, Dagoberto Delgado, Christian Buracchio, Misael Alvial, Waldo Farias, Dario Arancibia, Andres Zegers, Felipe Gonzalez Donoso, Armando Montero, Camilo Rada y varios más que han sabido tomar el relevo de los pioneros y han elevado el listón del montañismo nacional escribiendo su historia.

Parede sur del  SanFrancisco a la Izquierda, Morado a la derecha.

A casi 70 años del ascenso a la sur del San Francisco, las palabras de Krahl siguen sonando visionarias. Si bien hay muchas más personas practicando montañismo y escalada, gracias en parte a los avances tecnológicos en el equipo y a un incipiente mercado, en verdad son sólo unos pocos quienes mantienen vivo el espíritu de los pioneros buscando nuevos desafíos y retos deportivos. ¿Qué placer más grande puede experimentar un escalador que alcanzar una cumbre inescalada, escalar una ruta nunca antes hecha o embarcarse en expediciones con más incertidumbres que certezas? He ahí, en la búsqueda de lo nuevo y de lo inexplorado el verdadero sentido del alpinismo, o mejor dicho andinismo en nuestro caso. “Hay que hacerse cargo de nuestras montañas” señaló un destacado escalador nacional, haciendo referencia a que muchas veces pasamos por alto lo que tenemos en nuestro “Patio”, fijando objetivos en destinos lejanos. Históricamente nuestras montañas han perdido su virginidad a costa de los pioletazos y empotres de montañistas extranjeros que motivados por la belleza y el desafío que han encontrado en nuestros Andes, y gracias a una cultura de montaña superior, hay que decirlo, han escrito buenos capítulos de la historia del montañismo en nuestras australes latitudes. Mientras planificamos viajes al extranjero a destinos ya conocidos, los vírgenes cordones patagónicos o los escondidos cerros de los andes centrales siguen esperando en silencio al escalador que encuentre en sus laderas la motivación necesaria para “intentarlo”. ¿Será que estamos mal acostumbrados a la comodidad de una ruta conocida?, ¿es una cuestión de cultura?. Con miles de kilómetros de cordillera, con montañas de casi 7.000 metros, con enormes paredes de granito y con dos campos de hielo en nuestro territorio, parece inaudito que no tengamos una cultura de montaña desarrollada. Parece indigno que gran parte de los niños de nuestro país no conozcan la nieve y parece lamentable que viviendo a los pies de la cordillera de los Andes no tengamos una federación de andinismo a la altura. Bajo ese escenario, es difícil que seamos nosotros y no los escaladores extranjeros quienes le den el valor que se merecen nuestras montañas.

Fotografía: Paine grande, cumbre central y cumbre sur o Bariloche, primer ascenso, 11 de Febrero 1955. Luis Krahl, Sergio Kunstmann, Ernesto Paya y Ricardo Vivanco. Colección María Paz Krahl. (fuente chile climbers)